domingo, octubre 19, 2025
23.6 C
San Luis Potosí

LO ÚLTIMO

― publicidad ―

¡SÍGUENOS!

EN EXCLUSIVA:

InicioEfecto Central"EL LILA LÓPEZ": ENTRE LA SOBREVIVENCIA, LA RESILIENCIA Y LA RESISTENCIA

«EL LILA LÓPEZ»: ENTRE LA SOBREVIVENCIA, LA RESILIENCIA Y LA RESISTENCIA

LUMEN · Flujo cultural Fotos: Secretaría de Cultura SLP A la memoria del coreógrafo y bailarín Luis Neri (1992–2025)

¿Es posible pensar una sociedad sin arte? ¿Imaginar el tejido de una ciudadanía sin ese vínculo con los territorios, no solo del alma, sino de aquellos que nos permiten comunicarnos, sentirnos y vibrar como sociedad?

¿Podemos sostenernos en un mundo sin danzar? ¿Sin el derecho a pensar libremente e imaginar, apreciando la conjunción de música, silencios, pausas y movimientos? ¿Sin el Festival Internacional de Danza Lila López?

Hace 45 años, la bailarina y coreógrafa Lila del Carmen Isabel Leonor López Patiño, mejor conocida como Lila López (Ciudad de México, 1933 – San Luis Potosí, 2001), tomó la iniciativa de lo impensable: generar un encuentro donde los cuerpos hablaran, dialogaran, soñaran y confrontaran con la poderosa herramienta de la danza contemporánea desde el corazón de San Luis Potosí.

Aquella danza apenas entendida, vista como una rareza, fenómeno ajeno a las apreciaciones conservadoras del ballet clásico —tan arraigado en la mirada de quienes lo consideraban lo tradicional—, halló en Lila una visionaria.

Para ella, mirar la danza era mirar más allá de los cuerpos. Era comprender lo que el arte reflejaba de nuestra condición humana, como especie y como sociedad. Era pensar la danza más allá del simplemente hacerla: construir puentes que deconstruyeran nuestros conceptos más primarios, no solo de este arte, sino de la forma en que podíamos percibirnos en ese cosmos social que invitaba a emerger críticamente hacia nuevos saberes y procesos artísticos, sociales y culturales.

El Festival Internacional de Danza Lila López abrió una luz para la discusión, la reflexión y la inquietante introspección desde 1981. A lo largo de estos 45 años, ha dejado una estela de luces y sombras sobre lo que podemos ser a través de la danza: no solo los ejecutantes en escena, sino quienes desde las aulas, talleres y charlas han repensado y reconstruido el movimiento dancístico contemporáneo.

Pero la historia no se detuvo ahí. El festival propició la creación de reconocimientos fundamentales para valorar esta disciplina: los Unipersonales Lila López, el Concurso de Artes Plásticas y Gráficas Anna Sokolow, el Concurso Nacional de Fotografía Walter Reuter y, pieza indispensable desde la mirada crítica, el Premio al Trabajo Periodístico Dancístico Luis Bruno Ruiz. Todos ellos enriquecen el panorama y recuerdan que el arte no tiene sentido sin su destinatario principal: el espectador.

En cuarenta y cinco años, miles de personas —no solo de San Luis Potosí, sino del mundo— han vivido El Lila López como intérpretes, alumnos, docentes, creadores o espectadores. Ha sido una experiencia inmersiva y transformadora. Muchas generaciones de bailarinas y bailarines crecieron con el festival, y gracias a las vivencias que este les ofreció, se volvieron amantes de la danza, de su magia y su mística. Este fenómeno cultural supo labrarse a sí mismo gracias a la convicción de la maestra Lila y de quienes, desde entonces, han entregado cuerpo y voluntad para que esa herencia dancística no se pierda, no decline, no se soslaye ni, mucho menos, desaparezca.

Este 2025, el festival casi vivió su agonía más extrema. Hubo que ser creativos —y mucho— para evitar su suspensión.

La falta de recursos, que ahoga la cultura nacional y estatal, hizo pensar lo peor. El cambio de fecha —de la tradicional última quincena de julio a este octubre— inquietó y preocupó. La carencia de apoyos dignos obligó a los organizadores a hacer malabares heroicos para que el festival no hiciera una pausa que pudiera significar su fin.

Hay un desprecio —o al menos un menosprecio— hacia las artes. Un derroche de recursos en lo que complace a las masas y un detrimento en la valoración del arte y la cultura. Y nuestro máximo festival internacional no estuvo exento de ello.

Pero, sobre todo, y da orgullo decirlo: este año sobrevivió.

Entre la resiliencia y la resistencia, el Festival Internacional de Danza Lila López procuró en su tremebunda escasez económica, negociar aquí y allá y lograr presentarnos un programa de calidad muy disfrutable y sumamente enriquecedor: la compañía alemana Última vez con su más que disruptiva y gosoza creación «VOID»; la sinceridad biográfica y la integración del espectador en la experiencia de «Caminando entre gigantes » del Ser Colectivo de San Luis Potosí; el duelo y las ausencias desde la potencia y energética presentación de «Se nos quedaron ellos» de CEPRODAC hasta la poesía corporal, mística y sensorial de «Alguna vez vi un colibrí. Una saga de tres vuelos que surcan el viento» con la Infinita Compañía, ambas propuestas mexicanas.

Que decir de la frustrante y decepcionante «Índigo 3.0»  con la compañía FORAMEN M de Argentina -Mexico; la bien y estupendamente estructada puesta de Barro Rojo Arte Escénico con «Amor, perfume y ausencia… Boleros del alma», pecando de empalago amoroso, en una oda por momentos chocantes al amor romántico sin visos críticos y meramente platónicos. Seguir viendo la exploración continua, -sello de la casa- del Ballet Provincial con «El legado que se sigue bailando», donde ese punto medio se entrecruza con la valiosa labor de salvaguardar y traernos a la escena, las coreografías de corte nacionalista, que hicieron eterna la obra de la maestra Lila López, fundadora en 1964 de esta compañía siempre con almas jóvenes, con fuerza que mantiene a la fecha, la también querida maestra Carmen Alvarado. Y llegar a la última presenciada al momento de escribir este texto, la bellamente fluctuante pieza «Caminhos Das Aguas. Flujo imparable. De la serie de Danza, Cómo llego a ser, como quiero ser», envolvente, bello, sutilmente potente por nombrar a algunas de las convocadas a los escenarios de esta 45 entrega dancística.

El festival de danza Lila López no debe ser puesto de manera irresponsable en la cuerda floja. Los llenos totales a las presentaciones, no solo en esta ocasión, sino desde hace 45 años, así lo exigen. Es un proyecto cultural más allá de cualquier política cultural. Es un proyecto que nació de un creadora que supo desde su lugar, dar impulso y valor a algo que superó todo lo imaginable. Y es un festival que siempre habrá que defender y sumarse a ese resistir.

La memoria no solo de su creadora, sino de aquellos que hemos crecido y vivido de una u otra manera con la experiencia, de todos los que amamos la danza contemporánea, así lo pedimos, así lo exigimos: Larga vida al Festival Internacional de Danza Lila López».

- PUBLICIDAD -

NOTICIAS RELACIONADAS:

“Entre Gigantes y los que se nos quedaron: El Ser Colectivo y Ceprodac en el Lila López”

¿Es la danza ese fenómeno que solo se mira, que conmueve? ¿Es el fenómeno que nos hace partícipes, que nos involucra más allá del...

― publicidad ―