Parece que la historia en Soledad se repite con la precisión de un mal libreto político: mismos apellidos, mismas mañas y la misma impunidad descarada. Esta semana, según anunció el alcalde Juan Manuel Navarro, llega el nuevo delegado de Interapas Soledad. Y, como era de esperarse, las manos ya se frotan en la oficina del organismo: no para trabajar, sino para ver cuánto toca del pastel.
El nombre que suena —y retumba con ecos de amiguismo— es el de Miguel Pachicano, flamante “nuevo” funcionario y mejor amigo del diputado Fernando Gámez. Sí, el mismo Gámez que dejó un historial de malos manejos a través de su hermano Daniel, cuando tuvo sus manos metidas en el organismo. Aparentemente, el agua en Soledad sigue corriendo turbia, pero los negocios, esos sí, fluyen claritos.
Porque no olvidemos que Miguel Pachicano ya estuvo hace apenas seis meses en Interapas, y en ese breve tiempo aprovechó cada gota del poder para exprimir a los constructores locales. Ordenaba cobrar por servicios que deberían ser públicos —como el uso del vactor— y solo respondía a las peticiones que su jefe y amigo, el diputado Gámez, le autorizaba. Todo un modelo de gestión clientelar, con sello y bendición del compadrazgo político potosino.
Lo indignante no es solo el reciclaje de personajes que ya demostraron su falta de ética; lo verdaderamente alarmante es la normalización de la corrupción en un organismo que apenas sobrevive. Mientras las colonias soledenses padecen fugas, desabasto y tarifas abusivas, los funcionarios hacen caja, convierten los cargos públicos en franquicias personales y nos quieren convencer de que “ahora sí viene el cambio”.
A ver si ahora —y con la presión ciudadana— los que designan a estos personajes piensan tantito antes de soltarles el botín. Porque Soledad ya no necesita más amigos del poder; necesita servidores públicos que no confundan el agua con una mina de oro.


 
                                    