¿Es la danza ese fenómeno que solo se mira, que conmueve? ¿Es el fenómeno que nos hace partícipes, que nos involucra más allá del impacto de la emoción per se? ¿Puede la danza salir del mero dejarse ver y permitir que quien especta suba y se contamine en la escena misma?
En el segundo día del Festival Internacional de Danza Lila López, dos propuestas nos invitaron más allá del hecho de mirar y observar, a reflexionar sobre los procesos creativos y lo que de ellos puede derivarse: Caminando entre gigantes, de la compañía El Ser Colectivo, dirigida e interpretada por el coreógrafo y bailarín Jesús Eduardo Rocha Montes (Estado de México, 1985), y Se nos quedaron ellos, dirigida por Francisco Córdova (Guanajuato, México, 1986) e interpretada por jóvenes bailarines del Centro de Producción de Danza Contemporánea (CEPRODAC), bajo la dirección artística de la maestra Cecilia Lugo (Tamaulipas, México, 1955).

En el primer caso, Rocha Montes nos involucra en un ejercicio semibiográfico donde, desde un inicio, se nos presenta como una persona más. Él mismo, al recibirnos en el lobby del recinto, nos dice que quiere dialogar desde la posibilidad de conocernos un poco, de dejarnos llevar en el interactuar. Diversas dinámicas propician que el público se integre al escenario: desde dibujar libremente en el piso hasta responder preguntas como “¿Qué te hace feliz?”, para luego ver esa felicidad recreada dancísticamente por el intérprete. Incluso invita a varios espectadores a crear y significar el concepto en una coreografía in situ, planificada al momento por esos espectadores vueltos intérpretes dancísticos por un instante.
Caminando entre gigantes combina esa libre participación del espectador con pasajes personales de la historia y pensamiento de su creador. Le vemos explorar un bagaje corporal sin tapujos, cuyo derroche energético contagia y conmueve ante una historia de crecimiento y lucha constante, que bien podría ser la de cualquiera de nosotros ante el miedo, también constante, de perdernos y dejar de ser. El juego, la interacción y la confesión son el leitmotiv necesario para vivir y sentir la experiencia.

En Se nos quedaron ellos, Francisco Córdova, coreógrafo invitado en esta colaboración y también director de su compañía Physical Momentum desde 2006, nos habla del duelo, de la pérdida; un sentimiento surgido a raíz del asesinato del integrante de su compañía y amigo Maximiliano Corrales en 2023, hecho que lo llevó a crear una pieza donde no solo la violencia es eje, sino el hecho mismo de la muerte.
Mediante un proceso creativo estructurado en nueve cuadros, Córdova explora, a través de un lenguaje corporal intenso y contundente, lo inesperado de las pérdidas, esas despedidas no dichas y los amores que se desvanecen en el olvido. Su búsqueda poética convierte el duelo en un proceso de resistencia, de autodefensa y de paz interior en medio de un entorno social de violencia generalizada. Su propuesta metodológica —Cuerpo-Acción = Movimiento-Relación y La Acción Física como Construcción Escénica— se percibe claramente en esta pieza. Según el propio Córdova, buscaba que cada bailarín impregnara la obra con su lenguaje particular, destacando su perfil singular de movimiento más allá del cuerpo, evitando una estructura convencional de danza. Antes que nada, quería ser un equipo.
En esta comunión se entrelaza la sonoridad musical, que refuerza la potencia de esta oda al dolor transformado en belleza. Córdova, en alguna entrevista, lo expresó con claridad: “Busco lo bello en lo trágico, en lo amargo, en lo más crudo”. Y no se puede estar más de acuerdo: lo trágico vuelto poema es una ardua y compleja misión propia del artista, del kamikaze dancístico, del creador.

Si bien el encuentro de uno mismo con el Ser Colectivo que es el espectador, y la reflexión sobre las violencias y pérdidas en un país y un mundo que nos cuestionan continuamente el seguir participando de sus dinámicas, fueron el hilo conductor de ambas propuestas, el público experimentó dos formas distintas de participación: la inmersiva e interactiva con Rocha Montes, y la contemplativa y emocional con Córdova y su elenco.
En Se nos quedaron ellos, la veintena de intérpretes demuestra gran disponibilidad y capacidad ejecutoria en estos nueve cuadros que se estructuran como bloques, como seres automatizados en una serie de movimientos más dirigidos que dialogados. Aunque el resultado cumple su propósito de alto impacto, en ocasiones parece limitar la reflexión que invite a la acción. Se extraña, quizá, una mayor individualización creativa de los integrantes de CEPRODAC y un menor sometimiento a la lógica del “mostrar”, a lo que el coreógrafo quiere que se vea.

Ahí la pedagogía y la formación de públicos dejan entrever los caminos posibles: desde un ejecutante (Caminando entre gigantes) que construye colectividad desde la intimidad, hasta una colectividad (Se nos quedaron ellos) organizada bajo un orden estético por momentos efectivo —y en otros, efectista— que no demerita la pieza ni su discurso, pero sí acota la exploración creativa y corporal de sus múltiples intérpretes.
Porque, a fin de cuentas, eso propicia la danza: el discurrir y el discutirnos como espectadores entre la multiplicidad de formas y maneras de estructurar el discurso, y la coherencia entre uno y otro. Como estos creadores, también nosotros experimentamos el ser y el quiénes somos en medio de la pérdida constante, náufragos al fin y al cabo de una sociedad marcada por el abandono y la violencia institucionalizada. En ambas propuestas, la búsqueda de belleza a través del lenguaje escénico nos recuerda que la danza puede —y debe— alimentar y fortalecer procesos de sanación y construcción de paz a través de las artes y sus múltiples posibilidades.