En política, las puertas abiertas suelen ser tan generosas como peligrosas. Esta semana, la dirigencia estatal de Morena en San Luis Potosí anunció con bombo, platillo y foto oficial la incorporación de Ernesto Barajas Ábrego al partido guinda. Pero más que una victoria estratégica, el anuncio dejó un sabor agridulce: ¿realmente se trata de un fichaje de altura o estamos ante el nombramiento no oficial de un delegado del gobernador Ricardo Gallardo Cardona dentro de Morena?
La encargada del “bautizo político” fue la dirigente estatal Rita Ozalia Rodríguez Velázquez, quien celebró la adhesión en redes sociales con el entusiasmo de quien recibe una visita incómoda pero no quiere que se note:
“Seguimos sumando voluntades a nuestro Movimiento… En Morena, las puertas están abiertas para todas y todos los que comparten la convicción de transformar”, escribió junto a la foto donde Barajas sonríe como quien ya logró volver al presupuesto, por la puerta que sea.
Lo que no se dijo en la publicación —pero todo el mundo en el ecosistema político potosino conoce— es que Barajas Ábrego ha sido durante más de una década operador de la maquinaria gallardista. Desde sus tiempos como secretario técnico y luego secretario general en el Ayuntamiento de Soledad, hasta su paso por la CEFIM y la Secretaría de Educación del actual sexenio verde, su carrera ha sido una travesía constante entre cargos bien remunerados y lealtades verdosas. Como quien dice: no hay verde que por bien no venga.
Su repentino aterrizaje en Morena no es sólo desconcertante por su biografía política, sino por lo que simboliza. ¿Es esto un acto de apertura o una rendición anticipada ante la influencia de Gallardo Cardona? La sospecha no es menor, sobre todo si se recuerda que en los últimos meses Barajas también intentó colarse a la Cegaip y al Poder Judicial. Cuando el destino no quiso que fuera comisionado ni magistrado, Morena apareció como tabla de salvación.
Pero lo que de verdad levanta cejas (y sospechas) es la reciente fotografía de Rita Ozalia compartiendo mesa con Héctor Serrano, coordinador parlamentario del PVEM y conocido por su papel como operador legislativo del gallardismo en el Congreso local. En círculos morenistas ya se habla del encuentro como la escena de una novela negra: la dirigente morenista reunida con el «sicario legislativo» del gobernador, justo mientras se abren las compuertas a perfiles que hasta hace semanas militaban bajo otras siglas.
¿Casualidad, pragmatismo o claudicación?
La dirigencia estatal de Morena parece estar apostando a una inclusión sin filtros, donde toda suma vale, incluso si viene con manchas verdes y antecedentes de lealtad a proyectos ajenos. Pero entre la base militante, la sensación es otra: que el partido comienza a parecer más un albergue de reciclados políticos que un verdadero movimiento de transformación.
Y mientras Barajas sonríe en su foto de bienvenida, y Rita Ozalia afina su libreta de contactos, muchos se preguntan: ¿Quién gana con estos movimientos? ¿La izquierda potosina o el gallardismo, que parece estar colonizando Morena por la vía diplomática?
Porque si todo esto es parte de una estrategia, hay que reconocerle una cosa a Gallardo: le está saliendo más barato infiltrar que confrontar.
Y eso, en política, es jugar a largo plazo.