El diputado local Luis Fernando Gámez Macías, del Partido Verde Ecologista de México, parece decidido a convertir el Congreso en un escenario personal de estridencia y ocurrencias sin sustento. Sus más recientes declaraciones, marcadas por la polémica superficial, dejan en evidencia no un afán de debate serio, sino la desesperación por atraer la mirada del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, de cuyo proyecto político se ha mantenido, en el mejor de los casos, en la periferia.
Gámez Macías ha sido señalado insistentemente por su escasa productividad legislativa y por la carencia de iniciativas con impacto real. Su nombre está más vinculado a escándalos mediáticos que a reformas de fondo. Es un legislador que ha preferido el reflector fácil de la controversia hueca antes que el trabajo riguroso de consensuar, estudiar y proponer leyes útiles.
El balance de su carrera pública raya en la irrelevancia. Ni en la Comisión Estatal del Agua ni como procurador urbano logró avances tangibles. Su hermano, delegado de Interapas en Soledad de Graciano Sánchez, tampoco ha ofrecido resultados claros y se percibe como un lastre dentro del propio gallardismo.
Incluso entre sus compañeros legisladores crece el hastío ante sus propuestas carentes de solidez. Su insistencia en promover sesiones legislativas remotas —defendida con una vehemencia que solo evidencia su conveniencia personal— ha sido vista como una ocurrencia para seguir cobrando desde la comodidad de su casa. No faltan quienes, con ácido humor, le sugieren formalizar la idea: que trabaje desde su sala, pero dejando de cargarle el sueldo al erario.
Lejos de ser una voz crítica respetada, Gámez Macías ha terminado generando incomodidad y desdén. Su estrategia es clara y pobre: suplir con polémica la ausencia de resultados, convencer con gritos donde faltan argumentos, y mendigar atención política para disfrazar una carrera marcada por la intrascendencia.
En un Congreso necesitado de debate serio, Gámez parece más interesado en vender espectáculo. Un legislador que, incapaz de convencer por sus ideas, solo logra llamar la atención por su estridencia.
