San Luis Potosí vivió esta semana la consolidación de su evento empresarial más importante del año: la Feria de Proveeduría. Con la presencia de líderes del sector económico, empresarios de peso y figuras clave como Carlos Candelaria, titular de la Unidad de Planeación de la Secretaría de Economía federal, la feria se convirtió en el verdadero punto de encuentro para el desarrollo económico local y nacional.
Sin embargo, el Gobierno del Estado no pudo resistir la tentación de “saludar con sombrero ajeno” y en un movimiento desesperado por no quedar fuera de la conversación pública, decidió montar una puesta en escena tan improvisada como innecesaria. Primero, el jueves 29 de mayo, se sacaron de la manga un evento menor del Sifide, sin trascendencia ni impacto real, cuyo único objetivo fue simular respaldo al sector empresarial potosino y subirse —aunque fuera de puntitas— al escenario donde realmente se estaban tomando decisiones importantes.
Pero la farsa no terminó ahí. En el segundo día de la Feria, el gobierno convocó a una rueda de prensa con bombo y platillo, anunciada como una oportunidad mediática imperdible. El resultado: un acto sin contenido, sin anuncio, sin sustancia. El supuesto protagonista, Carlos Candelaria, no traía consigo ningún mensaje nuevo ni tema relevante; su presencia fue malamente usada como anzuelo por parte del Gobierno Estatal, intentando atribuirse su visita, sin mencionar que el funcionario federal asistía como ponente estelar de la Feria de Proveeduría, no por gestión estatal alguna.
La maniobra resultó no solo inútil, sino contraproducente. En lugar de ganar terreno, el gobierno exhibió su desconexión con el sector productivo y su falta de propuesta. Mientras la Feria brillaba por su organización, participación y contenido, el gobierno local apostó por un espectáculo vacío que dejó claro su aislamiento y su urgencia por figurar, aunque sea prestado.
Lo que debió haber sido una oportunidad para acompañar e impulsar el dinamismo económico local, se convirtió en un intento torpe por robar cámara. Y en política, como en los negocios, el mérito no se improvisa.