La presidenta Claudia Sheinbaum volvió a San Luis Potosí, y como si fuera parte de un ritual político mal ensayado, le montaron el mismo escenario de siempre. Por tercera vez se inauguró el hospital de Rioverde. Tercer corte de listón, tercer discurso triunfal… y la tercera vez que la ciudadanía se queda esperando atención médica real.
No hay personal suficiente, no hay medicamentos, no hay equipo. Pero hay fotos, aplausos forzados y propaganda. Una vez más, el gobierno estatal apuesta por la apariencia en lugar del servicio, por la narrativa antes que por los hechos.
Y mientras el sistema de salud colapsa —y no solo en Rioverde—, el gobernador concentra su energía en proyectarse políticamente, apuntando al 2027, utilizando sin recato la investidura pública y los recursos del estado como plataforma personal. La salud puede esperar. Las campañas no.
La gira presidencial también incluyó un lamentable episodio en Villa de Reyes, donde simpatizantes del partido en el gobierno irrumpieron por la fuerza en un evento oficial. No les importó el orden ni la seguridad de quienes estaban presentes. Aquí, si no hay acarreo, no hay despensa. Y si no hay control, se impone con gritos y empujones. ¿A poco no?
Así recibió San Luis a la presidenta: con violencia política, desorden, inseguridad en su máxima expresión y una clase política más interesada en cuidarse entre sí que en dar la cara por los ciudadanos.
Y aunque no fue un regaño público, quedó claro para todos que la presidenta, Claudia Sheinbaum, reprendió al gobernador. No es la primera vez que lo hace. Ni será la última. En San Luis, las formas institucionales se pierden con la misma facilidad con la que se arman operativos de aplausos.
Porque al final el hospital no es el único montaje: todo en esta administración parece escenografía. La seguridad, el transporte, la educación. Todo funciona “a medias”, pero eso sí, siempre con fotos, eslóganes y discursos que repiten como si decirlo fuera suficiente para que sea verdad. Aquí todo se presume, nada se cumple. Y si no funciona, se inaugura otra vez. ¿O ya se les olvidó que se le cae la infraestructura al mandatario del Ejecutivo estatal?
Y así, entre la simulación, la burla y el show, se fue la presidenta. Se fue con un mal sabor de boca. Se fue con la certeza de que San Luis está secuestrado por un personaje que prefiere inaugurar tres veces una obra que no pretende terminar antes de ponerse a gobernar.
