Por años, la política potosina ha sido escenario de confrontaciones encarnizadas, pero pocas tan representativas de la lucha entre el poder establecido y sus opositores como la que protagonizan Xavier Nava Palacios y el actual gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona. La reciente resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que revoca la inhabilitación política de Nava, no solo marca un triunfo legal de alto calibre, sino que reconfigura el tablero político local con un mensaje claro: la gallardía tiene un nuevo (aunque conocido) dolor de cabeza.
La historia no es menor. En diciembre de 2021, en un movimiento tan opaco como inconstitucional, el Congreso del Estado, bajo la batuta de José Luis «Chiquis» Fernández —operador de confianza del actual gobernador—, ejecutó una sesión de pleno privada para inhabilitar por 18 años a Nava Palacios. El objetivo: sacarlo de la contienda pública y cerrarle toda posibilidad de disputar nuevamente el poder. Aquella maniobra, fabricada desde las sombras del Palacio de Gobierno, fue diseñada como una sentencia política definitiva.
Sin embargo, tres años y medio después, la ilegalidad se dejó ver. La SCJN determinó que dicha inhabilitación carecía de sustento legal, restituyendo a Nava sus derechos político-electorales. El mensaje implícito no solo rehabilita al exalcalde capitalino: lo fortalece. Nava no es solo un político rehabilitado; es ahora un símbolo de resistencia frente a lo que él mismo calificó como una “mafia política que tiene secuestrado a San Luis Potosí”.
Sus declaraciones no dejaron espacio para la ambigüedad. Atribuyó su persecución a un plan orquestado entre el gobernador y el Congreso local, destinado a silenciarlo y borrarlo de la vida pública. Pero lejos de retirarse, Nava ha regresado con la frente en alto, y con una promesa que resuena en los círculos políticos: combatir el nepotismo y los abusos del poder. En particular, apunta directamente a la intención del gobernador Gallardo de mantener su dinastía política viva, ya sea a través de su padre, el diputado federal Ricardo Gallardo Juárez, o de su esposa, la senadora Ruth González Silva.
Y es que la amenaza que representa Nava no es meramente retórica. Con este triunfo legal suma dos victorias frente a la gallardía. La primera fue en 2018, cuando derrotó al propio Gallardo Juárez en la carrera por la presidencia municipal de la capital potosina. Esa fue una victoria contundente, que evidenció que el apellido Nava no solo resuena en San Luis Potosí, sino que puede arrebatar el poder a las estructuras más consolidadas del estado.
Ahora, con la revocación de su inhabilitación, no solo recupera el derecho a participar políticamente, sino que lo hace con una narrativa reforzada por la justicia: la del perseguido que se levanta, el opositor que se niega a desaparecer y el contrapeso que incomoda.
El actual gobernador, por su parte, enfrenta un desgaste acumulado. Escándalos, acusaciones por malos manejos, y una percepción ciudadana en descenso conforman el terreno sobre el cual ahora tendrá que lidiar con un oponente renovado y beligerante. Nava ha demostrado ser un político directo, sin titubeos, que no teme exhibir los errores del gobierno estatal en entrevistas y foros públicos. Esa frontalidad, hoy amparada por la legalidad, es munición pura en un escenario político que ya de por sí arde.
A Gallardo Cardona se le abre un nuevo frente, y no es uno menor. Xavier Nava Palacios ha demostrado ya dos veces que sabe ganar, y que puede hacerlo contra el poder establecido. Ahora, con la legitimidad que otorga la SCJN, va por la tercera.
