Cuando se es -casi casi- un párvulo, funcionalmente hablando, al intentar pronunciar discursos públicos, las palabras sí que importan.
Pero cuando a ello le ganan la envidia, la soberbia y las limitaciones personales, las baterías se enfocan en el terreno de la belicosidad y se canalizan hacia lo que mejor se ha sabido hacer: la promoción de espectáculos y la política de baja estofa. Populismo y populachería, y viceversa.
Utilizar un lenguaje de esas pequeñas estaturas no es algo que deba causar desdén, ni debe pasarse por alto como fenómeno social: escuchar a figuras con cierta responsabilidad política y ciudadana —como un gobernador, un presidente municipal o un diputado— utilizar términos inexactos o abiertamente inventados —no digamos como neologismos, sino como producto de un escaso conocimiento del léxico—, como es el caso de la “perla negra” esa de “política extranjera”.
Una expresión, con el perdón de usted —lector, lectora—, de plano chafa, que simplemente no existe en el ámbito de la teoría ni de la práctica política.
Lo correcto para un político que se precie de serlo sería hablar de política internacional; ya no pidamos que se hable de geopolítica, por favor, o de relaciones diplomáticas, especialmente cuando se trata de promover un estado de la república o alguna ciudad importante allende las fronteras nacionales. Pero, para qué más que la cruda y descarnada verdad: las limitaciones no nos dan para más que una ignorancia mal disimulada, disfrazada de discurso populachero y chabacano, que no alcanza a disiparse ni a esconderse cuando la envidia te corroe y te retuerce por dentro.
Es evidente que San Luis Potosí no necesita improvisaciones ni verborrea fallida, mucho menos en momentos en que se juega una magnífica proyección como destino turístico, cultural, industrial y de inversión, que desde hace apenas días ha abierto una amplia ventana con los nuevos vuelos hacia los Estados Unidos.
Los potosinos necesitamos hoy una estrategia inteligente de promoción internacional, no sólo de la capital, y ver un poco más allá de los belfos. Y en este sentido, es preciso reconocerlo: Enrique Galindo Ceballos, presidente municipal de la capital, ha sabido leer entre líneas y descifrar lo que este momento requiere para darle a la ciudad y al estado una proyección internacional —que no hacia “extranjería”—.
A diferencia de quien reduce el debate a frases en el vacío, Galindo ha mostrado tener claro que San Luis Potosí tiene mucho que ofrecer al mundo.
San Luis merece más que discursos improvisados. Merece rumbo, preparación y liderazgo real.
Y eso, eso es lo que duele, y para algunos, a diario, molesta en el zapato.