La organización Ciudadanos Observando ha sido, sin lugar a dudas, una de las voces más importantes en la lucha por la transparencia y la rendición de cuentas en San Luis Potosí. Su labor ha sido clave para exhibir prácticas corruptas, redes de complicidades y abusos que durante años laceraron el erario público. Ese reconocimiento es innegable y debe mantenerse. Sin embargo, algo ha cambiado en ésa optica que por años sopesó el quehacer público sin medias tintas, sin sesgos y sin discriminar colores o sabores. Todo en aras de una correcta y eficaz administración pública.
Hoy, quien encabeza este esfuerzo, José Guadalupe González, mejor conocido como “Lupillo”, parece haber olvidado el principio básico de la imparcialidad. Sus señalamientos, antes plurales, valientes y certeros, ahora parecen apuntar hacia una sola dirección, como si la gran mayoría de los actores políticos se hubieran convertido, de pronto, en intocables o invisibles. Esa selectividad —voluntaria o no— por desgracia para la observancia ciudadana, comienza a erosionar el prestigio ganado por años, no solo por él, sino por el resto de quienes integran Ciudadanos Observando, muchos de los cuales merecen todo el respeto por su probidad y compromiso cívico.
No se puede pretender que la búsqueda de la verdad esté sujeta a filias o fobias. Tampoco que la lupa quede fija en temas que ya auditados, juzgados y explicados —incluso con peras y manzanas, como se dice coloquialmente—, mientras se deja pasar de largo casos actuales, urgentes y evidentes. Por ejemplo, las obras públicas que dañan áreas ecológicas y benefician a propiedades privadas; la opacidad en los procesos de selección de jueces; el preocupante nepotismo en el Poder Judicial; o las investigaciones archivadas por el Congreso que duermen el sueño de los justos en la Fiscalía, porque implican a políticos hoy encumbrados.
En tiempos donde la transparencia real es más necesaria que nunca, valdría la pena que “Lupillo” regresara a ese espíritu inicial, que lo convirtió en un referente, aún a costa de su propia seguridad personal, e incluso familiar: Vale recordar que nuestro personaje en cuestión ha debido enfrentar en el pasado no muy lejano, el cierre de un negocio familiar, por el acoso de elementos con facha policial apostados a las afueras de su domicilio, y pese a ese episodio, continuó siendo del ciudadano incómodo que cuestiona a todos por igual, sin excepción; sin sesgos; sin intereses. Bueno, hasta estos días en que ha volteado su propia bandera.
Porque si la espada de la justicia se convierte en un ariete para derribar únicamente a los adversarios de ciertos grupos, entonces deja de ser justicia… y se convierte en herramienta política. En instrumento de los vaivenes y personajes del momento.