En Cerritos, la política volvió a burlarse del sentido común. La diputada local del Partido del Trabajo por el distrito XI, Leticia Vázquez, ya fue “honrada” con una calle que lleva su nombre. No hablamos de una prócer de la nación, de alguien con décadas de servicio público irreprochable ni de una figura histórica. Se trata, simple y llanamente, de una diputada, —bastante gris y mal evaluada por cierto—, que además está en funciones.
El episodio desnuda con claridad el narcisismo que aún permea a la clase política mexicana. Un vicio que creíamos superado desde aquel ridículo intento en Soledad de Graciano Sánchez, cuando se pretendió rebautizar la Avenida San Pedro como “Ricardo Gallardo Cardona” —una ocurrencia tan impopular que debió ser revertida entre críticas y burlas.
La iniciativa en Cerritos no habría surgido de la nada. Según se señala, fue la presidenta municipal Ruth Liliana Castillo, del Partido Verde, quien empujó el nombramiento. ¿Un exceso de gratitud? ¿Un pago de favores? ¿O un recordatorio de quién ejerce realmente el poder en el ayuntamiento? Porque en el municipio no es secreto que Leticia Vázquez y su esposo, Raúl Reyes, tienen una mano decisiva en la administración municipal.
Lo verdaderamente alarmante es que en la memoria reciente de San Luis Potosí no se recuerda un caso en el que un diputado local reciba este tipo de homenaje en pleno ejercicio de su cargo. El mensaje que envía Cerritos es preocupante: la política local sigue creyendo que la historia se escribe con halagos entre aliados y placas conmemorativas, no con resultados para la ciudadanía.
