En un nombramiento que huele más a compromiso político que a apuesta por el deporte, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona designó a Francisco Javier Serrano Altuzar como nuevo director general del Instituto Potosino de Cultura Física y Deporte (Inpode), en relevo de Joaquín García Martínez.
Serrano Altuzar, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, trae un currículum más cercano al archivo muerto de TransferMarkt que a las credenciales de un verdadero promotor deportivo: su carrera como futbolista profesional se limitó a la Primera División A de su estado natal, donde apenas acumuló 399 minutos de juego, según la página especializada. Más recientemente, se desempeñaba como auxiliar técnico en la categoría Sub-15 del Atlético de San Luis, un rol modesto que difícilmente anticipaba su salto al máximo cargo deportivo estatal.

Pero en la política, no siempre se necesita talento deportivo, sino el “toque” adecuado: Serrano Altuzar mantiene una relación familiar cercana con el senador Manuel Velasco Coello del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), aliado estratégico de Gallardo. No es ningún secreto en Palacio de Gobierno que el gabinete potosino mantiene un sistema de cuotas para cumplir con la dirigencia nacional del Verde: cargos repartidos como fichas de dominó entre allegados y familiares, a modo de pago político.
El resultado es un nombramiento que deja más preguntas que respuestas: ¿qué visión trae Serrano para el deporte potosino? ¿Qué experiencia de alto nivel lo califica para administrar millones de pesos en programas, becas y obras? ¿O su principal mérito es el apellido correcto y la cercanía con el círculo verde del poder?
Para la comunidad deportiva potosina, la noticia es, en el mejor de los casos, decepcionante. Mientras atletas locales exigen mayor apoyo y profesionalización, la designación de un perfil carente de trayectoria directiva sólida parece confirmar que el deporte en San Luis Potosí sigue siendo rehén de la política de compadrazgos.