La luna de miel entre Ricardo Gallardo Cardona y la ciudadanía potosina parece haber llegado a su fin. Según los resultados más recientes de la encuesta nacional de aprobación de gobernadores realizada por la consultora Demoscopía Digital en marzo de 2025, el gobernador de San Luis Potosí se hunde hasta el lugar 29 de 32 mandatarios evaluados, con apenas un 42.9% de aprobación.
La tendencia es clara y preocupante para el mandatario del Partido Verde: desde octubre de 2024, cuando aún contaba con un respaldo del 50.6%, su popularidad ha ido en caída libre. En noviembre bajó a 49.4%, en diciembre a 47.2%, en enero a 46.3% y en febrero ya rozaba el piso con 44.2%. Hoy, el descontento alcanza niveles críticos, reflejándose en una desaprobación ciudadana del 57.1%.
Este declive no es gratuito ni sorpresivo. La gestión de Gallardo Cardona ha estado marcada por múltiples escándalos, acusaciones de opacidad en el manejo de recursos, señalamientos de nepotismo y una creciente percepción de autoritarismo. Diversas investigaciones periodísticas y denuncias ciudadanas han documentado prácticas cuestionables dentro de su administración, generando un clima de hartazgo palpable tanto en medios de comunicación como en redes sociales.
La narrativa oficial, centrada en la promoción de obras públicas y programas asistencialistas, parece ya no ser suficiente para contener la creciente ola de críticas. Incluso sectores que en algún momento respaldaron al gobernador comienzan a tomar distancia, preocupados por el desgaste acelerado de su imagen y la falta de resultados tangibles en materia de seguridad, desarrollo económico y gobernanza.
