En México, el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado ha alcanzado niveles alarmantes. Niños desde los seis años, conocidos como “pollitos de colores”, son incorporados a las filas de cárteles para realizar tareas que van desde la vigilancia hasta el sicariato. Esta práctica, lejos de disminuir, se ha intensificado, evidenciando la vulnerabilidad de miles de infantes ante la falta de protección efectiva por parte del Estado.
Organizaciones como Reinserta estiman que entre 30 mil y 40 mil menores son reclutados anualmente por grupos delictivos en México. Además, se calcula que entre 140 mil y 240 mil niños y adolescentes están en riesgo de ser cooptados por estas organizaciones. Los cárteles aprovechan la vulnerabilidad de estos menores, ofreciéndoles dinero, protección o amenazándolos a ellos y a sus familias para integrarlos en actividades ilícitas como el tráfico de drogas, la extorsión y el asesinato.

El reclutamiento no distingue género ni edad. Niños y niñas son utilizados como halcones, mulas de droga y sicarios. En algunos casos, son entrenados para cometer actos de extrema violencia, como desmembrar cuerpos o desaparecer cadáveres.
La violencia intrafamiliar, el abuso sexual y físico, así como la pobreza y la falta de oportunidades educativas, son factores que aumentan la susceptibilidad de los menores al reclutamiento. Los cárteles utilizan redes sociales, videojuegos y promesas de dinero fácil para atraer a los jóvenes. En muchos casos, los menores son manipulados psicológicamente o amenazados para unirse a estas organizaciones.


