El Foro Lindbergh del Parque México fue el punto de encuentro para la primera protesta contra la gentrificación en la Ciudad de México el viernes 4 de julio. A través de pancartas y grafitis, los manifestantes expresaron su inconformidad con la creciente presencia de extranjeros que, en los últimos años, se establecieron en distintas zonas de la Ciudad de México.
Antes de la pandemia, las rentas oscilaban entre 8 mil y 12 mil pesos. Hoy, en colonias como la Roma o la Condesa, los precios llegan hasta los 50 mil pesos mensuales. El fenómeno, alimentado por el auge de Airbnb y el arribo de nómadas digitales, ha provocado desalojos masivos, el cierre de comercios y escasez de servicios como el agua.
“Ni con un salario profesional me alcanza para independizarme”, dijo una joven manifestante, quien paga 12 mil pesos por un departamento de 50 m² en Benito Juárez.

En 2020, la Roma tenía más de 300 negocios tradicionales; hoy, solo quedan 148. Los vecinos lamentaron que papelerías, misceláneas y tortillerías desaparezcan para dar paso a cafeterías gourmet o espacios para extranjeros que “no se integran a la comunidad”.
Hacia el final de la jornada, un grupo de personas se separó del contingente principal y realizó expresiones de iconoclasia urbana en espacios asociados al consumo globalizado y al encarecimiento del entorno.
Intervinieron lugares como Café Toscano y Starbucks, ubicados en la Condesa, con pintas y consignas que denuncian la transformación de la ciudad en favor del capital inmobiliario.
La jefa de Gobierno, Clara Brugada, reprobó los actos que realizaron los manifestantes y las expresiones xenófobas. “Rechazamos categóricamente cualquier expresión xenófoba… y cualquier agresión a personas migrantes, sin importar su situación”, declaró